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Los «sí, pero» de la novia de un triatleta

Una salida de fin de semana con los amigos puede terminar con la inscripción a un Ironman en el bolsillo, una Titan Desert para el próximo año, envenenado con la compra de una bici y todo ello con las consecuencias que acarrea en la economía familiar. Bien es cierto que la mayoría contamos con el respaldo de nuestras parejas (en mi caso ella pero el sexo es indiferente) pero a la vez de apoyarnos y ayudarnos en todo lo que pueden, también nos ponen los pies en el suelo en las ocasiones en  las que estos planes o nuestras intenciones de futuro comienzan a salirse de madre. Es ese momento llega el siempre temido por nosotros pero cariñoso por su parte: «Sí pero…»

1. Sí pero… ¿No vamos a despertarnos juntos nunca? Recibes la planificación de tu entrenador el domingo y cuando empiezas a cuadrarla en el planning semanal te ves saliendo de la cama de lunes a viernes a las 6:45 de la mañana y los fines de semana, a lo loco, a las 8:00. Cuando orgullosamente enseñas tu croquis creyendo que has logrado conciliar deporte, trabajo y familia llega la pregunta… Prepárate para dar la vuelta al planillo y tras darle muchas muchas vueltas acabarás preguntándote, ¿qué preferirá, no verme por la mañana o no verme por la noche?

2. Sí pero… ¿por qué no aguantas un poquito con la tuya?. Sí, estoy hablando con la bici. Y he de decir en mi descarga que en mi primera compra ella era partidaria de comprar «la más cara, así no te equivocas y seguro que es buena». Pues yo saqué al rata (y sensato) que llevo dentro y me compré una para empezar, era mi primera bici. Ahora, que me he envenenado y dejo webs de bicis abiertas en el iPad para que vea mis oscuras intenciones, soy yo el que quiere algo mejor, más aero, más ligero y pintón (y más caro) y es ella la que me dice… «por qué no aguantas un poco más, si no vas a notar tanta diferencia».

1. Sí pero… no te emociones. Estás entrenando bien,  te ves fuerte como un toro, aguantas a los compañeros a los que antes veías solo a la hora de la quedada en bici y te presentas en la salida de tu triatlón pletórico. Te salen las cuentas y te ves bajando de ese tiempo que marca la diferencia (tu diferencia al menos). ¡Hoy me salgo! Tu pareja confía en ti pero mejor prevenir que curar y, como hay mil factores que no están a tu alcance y otros que sí en los que tienes que mejorar, te pide prudencia e insiste en que lo importante es disfrutar y pelear… Después puede pasar de todo, como pinchar tres veces y quedar último pero esa es otra historia, ella te lo avisó y por eso mismo terminaste la carrera.

4. Sí pero… ¿no podemos desconectar una semana?. Después de un año lleno de madrugones, despertares en soledad y cenas con la única compañía de la televisión, llega el verano y a ti se te ocurre la magnífica idea de pasar 15 días en… «un hotel de deportistas de Lanzarote». Su cara es un poema y en lugar de mandarte a la mierda, que es lo que debería hacer, cuenta hasta diez y te propone un plan más vacacional, donde no abunden las marcas de culottes en los muslos, ni ellos estén tan depilados como ella y donde el agua donde se bañe sepa a sal y no a cloro… Y como es una santa aún te dice, «intentamos llevarnos la bici donde elijamos».

5. Sí pero… por qué no pruebas con otro medio.  Llegó el gran día en el que decides que tu próxima gran prueba será un Ironman. Ahí saltan todas las alarmas y ante el temor te propone hacer algún medio más, mejor quizá el maratón o cambiar de deporte directamente: «¿Y si aprendo a esquiar para que nos vayamos a Los Alpes?». El temor a la distancia provoca miles de alternativas pero aaaaaamigo, tú ya lo tienes claro. Vas a ser un Ironman.

Foto portada: Facebook | Pure Triathlon

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