Hay momentos en la vida en los que uno siente que está entrando en un buen momento deportivo. Sales a correr con continuidad, te empiezas a ver fino, sueñas con un medio maratón… incluso te planteas un maratón completo. Vamos, que te vienes arriba. Y justo cuando estás ahí, en tu prime performance, la vida te dice: “Agarrame el cubata”
Primero, me clavé un cuchillo en la mano.
Sí, sí, tal cual. Un Ironman en 2017 y derrotado en 2025 por un cuchillo de cocina del IKEA. Me dieron puntos, me dieron consejos y me dieron la baja… pero no me dieron ni una mínima excusa épica para contar en el blog. No puedes ir diciendo: “He dejado de entrenar por un cuchillo rebelde”. Queda feo y solo puedo echar la culpa al aguacate culpable de todo.
Luego vino la caída del patinete de mi hija. Un patinete infantil de 50 euros. No una moto de cross. No un descenso en un bike park. No. Un patinete rosa lleno de purpurina. Y yo, que sobreviví al viento de Lanzarote, ahora voy tres semanas con un dolor en las costillas que parece que me ha atropellado un tráiler.
Y por si el universo aún no se había reído suficiente de mí, llegaron 3 días con fiebre para continuar con otros dos dias de gastroenteritis. Una fiesta. Una rave intestinal. Un evento deportivo dentro de mi sistema digestivo pero sin medalla finisher.
Un mes de 0 kms y de reirme de mi mismo.
Mi avatar está desesperado. Él quiere entrenar, quiere fotos, quiere contenido. Yo quiero que mis costillas vuelvan a su sitio, que mi estómago deje de comportarse como un volcán y que mi mano recuerde cómo coger un tenedor sin trauma emocional.
Pero bueno, este blog nació para reírse de estas cosas, ¿no?
Ironbolly no solo llegó al Ironman… también ha llegado al punto en el que la vida lo pone KO sin previo aviso. Pero si hay algo que aprendí en 2017 es que siempre se vuelve. A veces con ganas, a veces con dolor, a veces con vendas… pero se vuelve.
Así que no sé cuándo correré mi próximo kilómetro, pero que quede claro: no estoy lesionado, estoy recopilando contenido. 😂
