Maratón de Madrid desde el asfalto: para alcanzar la gloria hay que pasar por el infierno
Es diferente a todo. No solo es necesario haber entrenado tres meses de forma espartana, haberte cuidado, medido los descansos y la alimentación. No basta con conocer la ciudad, las calles por las que corres y los desniveles… Además, hay que tener algo – que no sé si es suerte, pelotas o cabeza – que te permita llegar al kilómetro 42,195 metros sin desfallecer. Es el Maratón, y no hay nada que se le parezca.
A las 6:00 ya estaba despierto. Dormí bien, casi del tirón y aguanté en la cama 20 minutillos nervioso dando vueltas tras los que me levante a desayunar. Dos buenas rebanadas de pan con aceite, un poco de pavo, un zumo de naranja y a la ducha a despertarse del todo y a relajarse antes de salir de casa. Entro en el chat del Maratón de Madrid de Tigers y… ¿quién dijo relax? Que si yo he engordado solo 1 kilo en la semana de carga de hidratos, que si yo dos, que si he desayunado a las 5:30 de la mañana… Joder que tensión, yo no paro de adelgazar. A la cocina a comer un plátano…
A las 7:50 he quedado con Javi, de los Tigers, en el ropero. Dejamos las cosas, coincidimos con Sara, ‘la tapada’, y nos vamos hacia el punto de quedada. Allí están Agus, Soraya, Alberto, Alex, Dani y el resto de compañeros. Llevo mi bote de vaselina para embadurnarme, pero en el momento en el que lo saco me salen amigos por todas partes y en lugar de eso acabo ‘retocándome’. Menos mal que antes ya me había echado, no habrá roces. Tras eso, unos abrazos y unas risas para aliviar la tensión, las fotos de rigor y al cajón de salida.
Allí vamos Enrique, Javi, Sara y yo, nos juntamos con Nacho y María José y luego llega Nahum, que decide empezar a retar a la distancia desde el primer minuto ignorando la primera regla de oro: no vayas con el tiempo justo. La segunda que es ir ligero también se la saltó, llevó hasta un celo en el bolsillo de su pantalón y el móvil… para verlo.
Pistoletazo de salida del Maratón de Madrid y muy complicado avanzar. Mucha mucha gente, salimos desde el cajón 4 y hay que ir haciendo zig zag. Enrique, que va en nuestro grupo para no embalarse decide hacerlo y María José y Nacho se quedan atrás siendo reservones… ¿Porqué no me quedaría con ellos? A duras penas paramos a Enrique que va animando a todo el que se le pone por delante…. “Ole esa señora animando”, “Ole esa señora que no anima”, “ole esa señora que podría animar”, “ole ese corredor de Alicante, y ese de Portugal, y ese de Madrid…”, y así en modo bucle. El resto vamos más callados, tenemos menos experiencia o, por decirlo claramente, íbamos más acojonados.
Camino a Plaza de Castilla coincidimos con Roberto Leal de ‘España Directo’ y Raúl Gomez, ‘Maratón-Man’, y charlamos con ellos unos metros. Enrique y Nahum han coincidido con ellos en otras carreras y compartimos unas zancadas…. Buena gente, gloria bendita que diría Raúl o correr bonito que diría Roberto. Seguimos y en Plaza Castilla la primera cara conocida con su cartel de Tigers. Espectacular. Qué alegría, aún vamos con la sonrisa… y aparece de nuevo en el 8. Qué maravilla… GLORIA BENDITA.
Comenzamos a bajar Bravo Murillo y Javi empieza a mostrar su incomodidad. No va bien pero intenta no decir nada… Calla, corre y pone mala cara. A él, que le gusta tirar, le llega el mal día en el peor momento, va siempre a rebufo de Enrique, que sigue con su animación… “Ole esa señora del balcón en bata, ¿unas palmitas no?”.
En Nuevos Ministerios (Km 11) está mi padre – que disfruta casi tanto como yo en estas carreras- y un nuevo punto de animación Tiger… Qué alegría estar acompañado, qué esfuerzo por tirar de ti desde las aceras, impagable. Diez minutos después dos amigas, y mis compañeros del ‘comando ensaimada’ ya flipan: “¿Pero cómo te animan tanto?” “Porque les doy mucho el coñazo…”
En el puente de Rubén Darío (km 14) nos separamos del recorrido de la media maratón de Madrid, sin duda uno de los momentos mas emocionantes de la carrera para mi. Los corredores que ya van hacia El Retiro dedican un bonito aplauso a los que afrontamos los 28 km restantes… “Valientes, vaya huevos, a por ello”, nos gritan. Y el aplauso es devuelto: “Lo lo tenéis ahí, dadle duro…” En ese momento la carrera toma aire, la montonera baja y solo quedamos los que hace tres meses decidimos embarcarnos en esta locura.
Manteniendo el buen ritmo marcado los días previos por Agus, el entrenador de los Tigers, avanzamos hacia uno de los sitios más bonitos de la carrera. Gran Vía, Preciados, Calle Mayor y rumbo al Palacio Real. Mucho público, muchos ánimos y allí, una vez más, una cara conocida.
Por Ferraz cogemos a un grupo del club que iban a hacer menos tiempo que nosotros (a priori) y seguimos tirando bien de ritmo en el tramo más feo de la carrera para llegar a la Casa de Campo por la Avenida de Valladolid (o del infierno). Allí me espera a mi padre. “Empieza lo duro”, le dije, y no me equivoqué.
La Casa de Campo: la soledad del maratón
Sufren mis pies, ya con ampollas, en el empedrado para entrar a la Casa de Campo donde ya van 26 km y se notan. Javi dice basta y se para para ir tranquilo, llevaba mal día y para evitar fastidiar la carrera a nadie frena en seco. “Voy a mear, a beber algo con calma y sigo”, dice mientras Enrique acelera y se marcha por delante. Con Javi, además de entrenar en el club, hemos quedado para correr domingos e ido a alguna carrera, por lo que duele un poco más si cabe ‘esa meadita’ y saber la hora y media de sufrimiento que le queda.
Yo empiezo a notar la famosa soledad de la Casa de Campo pero no así Nahum, que en el 28 aún tiene tiempo de sacar el móvil del bolsillo y llamar a su mujer a ver qué tal le ha ido la Media Maratón. “¿Qué tal cariño? Cómo ha ido, eres una campeona…”, dice mientras yo pienso. “Será cabrón que va hablando tan contento con su mujer mientras a mi me empieza a faltar el aire…”. En la salida de la Casa de Campo me empiezan a fallar las fuerzas… Subida muy dura en la que flaqueo pero hay un par de kilómetros suaves para recuperar y sacando fuerzas de donde empieza a no haberlas mantengo el ritmo de Nahum y Sara.
Nahum todavía tiene tiempo para invitar a un tipo que corría a nuestro lado a sumarse a los Tigers, a entrenar con nosotros, a cuando termine la carrera pasarse a tomar una cañita por el club y un poco más y le regala la camiseta… Le odié, aunque también por eso le aprecio. Un gran tipo que siempre se queja y se ha ganado la fama de fan de las ensaimadas.
Pasado el Calderón (Km 33) les ralentizo, ellos van pletóricos (ver foto) y bajo el ritmo para, poco después, al pasar por la sala La Riviera (Km 34) palmar. Ahí empiezan los ocho kilómetros mas largos y empinados de mi vida, donde me fallan las fuerzas y sobre todo la cabeza. Nos pasa un grupo de Tigers y uno al que no había visto en mi vida dice “me quedo con él”. Apenas me sale un gracias y le pregunto su nombre. Barni. Aguanta a mi ritmo, por llamarle algo, y me da todos los ánimos y fuerzas que yo ya no tenía… Me paro, ando, corro, me arrastro… horrible.
Poco después le digo que siga, que me da a mi que me queda un buen rato y sin piernas ni cabeza es complicado correr. Cuando encarrilo el paso de Acacias se me había ido mi tiempo previsto, y con eso todo el castillo que me había montado. ¿Mi error? No saber reconfigurar el objetivo y pelear por él… Me hundí miserablemente y la maratón volvía a ganarme el pulso. En lugar de intentar acabar en 15 minutos más me deje llevar, miraba el reloj cada 50 metros y al ver 6:50-7:00-7:10 en el ritmo bajé los brazos…
Vuelvo a correr (por decir algo) de una manera más continua porque sé que mi padre va a estar en el 36 y no quiero que me vea muy mal… Él no está pero sí mis hermanos que me aseguran que mi cara de asco no presagiaba nada bueno. “¿Seguro que te ha hecho ilusión vernos?”, me preguntaron después. La respuesta es sí, aunque en ese momento solo la meta, un fisio y una cerveza fresquita me hubieran sacado la sonrisa.
Esa ayuda cuando más la necesitas
“¿Quién será el cabrón que ha diseñado este trazado del Maratón de Madrid? ¿Merece la pena tanto esfuerzo? ¿Compensa correr esta distancia en la que un buen entrenamiento no asegura los resultados?”. A mi sufrimiento físico añadía estas preguntas nada beneficiosas ante los seis últimos kilómetros…
En el Reina Sofía (km 37) aparecen nuevas caras Tigers y un runner-ángel de la guardia. Álex, ese amigo con el que corrí la primera maratón y me salvó de acabar en el km 30 tomando cañitas rendido en Sevilla, me ve y viene corriendo a mi lado. Había hecho la media con su mejor marca (enhorabuena) y mochila incluida se pone a correr a mi lado, a darme ánimos, a estar ahí acompañándome. No me exigía, no me apretaba, simplemente estaba. Tampoco ese día me iba a dejar solo.
En Recoletos me pasan Nacho y María José, sus reservas en la salida les han hecho pasarme sin problema. Su primera maratón y parecen enteros. Pequeñas alegrías entre el sufrimiento hasta que pasando por Cibeles, Isa ve cómo (no) voy y se une a Álex a mi lado. Continúo perdiendo una minutada…
En ese momento aparecen los grandísismos Drinking Runners con un megáfono en la mano y se pasan 50 metros gritándome al oído. “Vamos joder, que estoy hasta el culo de ver tus selfies en Instagram. Carrerita que te das selfie que cuelgas. Joder que te quiero ver levantar los pies del suelo… ¿Tú eres un Tiger? Quiero ver cómo ruges… ¿?Gggrrrrr (sonido de tigre) Pues vaya rugidito. Piensa en la cerveza que te vas a tomar cuando termines…”. Me sacan la sonrisa y quizá el poco orgullo que me quedaba. Le doy las gracias y me responde con unas bonitas y cariñosas palabras.
Subo Goya, Velázquez y parece que se acaba lo duro, aunque dos kilómetros tal y como iba no son solo dos kilómetros. En la Plaza del Marqués de Salamanca, cuando ya se intuye El Retiro a lo lejos (y no cuando Enrique lo decía en el km 4) veo a cuatro amigos. Tres se ponen a correr conmigo y la cuarta no puede porque llevaba al quinto animador en la barriga… 😉 GRACIAS.
Bajo Príncipe de Vergara custodiado por cinco personas que no me van a dejar solo cuando peor estoy. Vestidos de calle, con americana, zapatos, camisa y los bolsos a cuestas me custodian hasta el giro hacia la entrada al Retiro. Alguno corrió en esos 10 minutos más que en los últimos 10 años. Ahí se quedan, aunque todavía escucho sus gritos… Me duele no lograr el 3:45 pero tengo esta imagen en la cabeza que no cambio por nada, amistad se llama…
Cuando giro para entrar al Retiro está Agus, incombustible. Levanta el puño: “Ya lo tienes Alber”, y me emociono. El paseo de coches es larguísimo. Tantas veces recorrido estos meses y ahora parece como si lo hubiesen ampliado… Isa sigue corriendo por fuera de las verjas a mi lado y mi padre, esperándome, me dice: “Ya lo tienes”. Muchas emociones que intento contener… Me paro y afronto los últimos 300 metros… y terminé. Terminé mi segunda maratón en 4:06:44, siete minutos menos que en Sevilla y con una sensación agridulce.
Al pararme me duele todo, el piramidal (culo para la mayoría de los mortales), los isquios (el muslo por detrás), los pies… todo. Deambulo hasta que me ponen la medalla y sí, ahora sí sonrío. No son solo 42 km sino los casi 600 de entrenamientos, por la cabeza se te pasa todo lo sufrido y también lo disfrutado, las 8 horas semanales con las zapatillas puestas lloviera, hiciera frío, fuera de noche o estuviera amaneciendo. He empezado a entrenar con conocidos que han acabado siendo amigos, me he convertido en un tigre dirigido por Agus, mil gracias, que ha convertido un local en una casa y ha logrado que en la carrera se vieran miles de carteles animando a correr “con el corazón”. Aunque parezca una paradoja el comando ensaimada terminó el Maratón de Madrid, mejor o peor, pero terminó. Sara, Nahum, Javi, Enrique, Nacho, Maria José, un servidor y muchos Tigers más sacrificamos muchas cosas por este duro sueño que estoy seguro de que todos haríamos de nuevo…
Volveremos a vernos cara a cara Maratón, y haré todo lo posible para que, cuando llegue, no puedas conmigo.
Fotos: Tigers, Sports & Life y Jesús Vicente