Varios ‘Expediente X’ después del Ironman de Lanzarote
Sí, por si alguien no se ha enterado todavía, soy finisher del Ironman de Lanzarote, uno de los más duros del mundo y que disfruté como si fuera un triatlón sprint, con la suerte de que duró un poquito más. Los casi ocho meses de preparación centrado en la prueba y los más de dos años años anteriores en los que me dije “algún día harás el Ironman de Lanzarote” pasaron volando y, como ya os he contado todo lo que sentí durante la carrera, es de justicia que os hable de las extrañas situaciones físicas y mentales que me ocurrieron la semana de después. No es que tengan que investigarlos Mulder y Scully pero fueron ms particulares ‘Expediente X’
Eres periodista, no deportista de élite
Tras el recibimiento que me hicieron mis amigos en el Aeropuerto de Barajas, uno llega a casa pensando que es el rey del mambo. Mira la cuenta bancaria por si Ironman le ha ingresado ya el millón de euros por quedar en el puesto 838, espera tener nuevo material de patrocinadores en el armario y planifica el próximo bloque de entrenamientos en Lanzarote pero no… el palo es gordo cuando te metes en la cama y tienes que poner el despertador para ir a trabajar al día siguiente. Tras dos días así, el Ironman es un imborrable recuerdo bajo los papeles de la mesa del trabajo y solo cuando tus compañeros te preguntan cómo fue vuelves por un momento a sacar la sonrisa de oreja a oreja.
Gemelos subidos mientras dormía
“Descansa y come esta semana. No te preocupes por nada”. Indicaciones claras del entrenador que he seguido al pie de la letra como no podía ser de otra manera. Creo que físicamente terminé muy bien en Lanzarote pero puede que mi cuerpo, o al menos mis piernas, no pensaran lo mismo. Cinco de siete ha sido el maravilloso resumen de noches en las que se me ha subido el gemelo tras la prueba. Suele pasar a media noche, cuando estás abrazado a morfeo, la almohada o a la medalla de Lanzarote. El gemelo se te sube a la nuca y “adiós sueño placentero, hola estirar como puedes”. Intentas no hacer ruido mientras te retuerces y mientras tratas de no hacer ruido el gemelo vuelve a su lugar… Un expediente X que un día desapareció (toco madera).
He comido techo cada noche
Si el descansar lo he intentado, gemelos aparte, lo de comer lo he cumplido a rajatabla. He comido todo tipo de comidas y, ademñas, mucho techo. Más concretamente a partir de las 7 de la mañana cuando me despertaba cada día y no había manera de volver a cerrar los ojos. Acostumbrado a madrugar para ir a entrenar, cuando amanecía el cuerpo parecía pedir marcha. Y prometo que deseaba dormir como no he podido dormir estos meses, que estaba deseando un fin de semana de remolonear, de no tener que madrugar para ir con la bici… Pero a las 7:00h ya estaba ‘en línea’ en WhatsApp, curioseando si los compañeros de grupeta llegaban tarde o no a la salida, si ya se habían metido en la piscina, o siguiendo por Twitter o Instagram alguna prueba en alguna otra parte del mundo.
¿Podré beberme una copa?
Un expediente x que luego se resolvió. La duda no era por la posibilidad en sí, sino por el aguante del que escribe, finisher nocturno en sus años mozos, que ahora está perdido cuando el vaso coge forma de copa de baló y la bebida pasa de hidratar a exaltar. Con una despedida de soltero el finde siguiente a Lanzarote había tres posibilidades: caer en las chuletas de la barbacoa, un par de copitas y a la cama o ‘el que tuvo retuvo’ y de aquí no me retira nadie. Digamos que me quedé entre la opción dos y tres aunque, quizá por exaltar y no por hidratar el cuerpo, el gemelo por la noche me dio su merecido.